27/4/11

EL VIAJE AL MISTERIOSO PAÍS DE LA MIRRA

La reina Hatshepsut.
 Los jeroglíficos y los relieves de los antiguos templos egipcios nos cuentan que hace mucho tiempo existía un país misterioso que vivía en la abundancia y cuya riqueza ofrecía todo lo necesario para una vida próspera y, sobre todo, el material con el que se elaboraban los artículos de lujo en la Antigüedad. Su nombre no da ninguna pista sobre su ubicación, que sigue siendo un  misterio para historiadores y arqueólogos, pero sí sabemos que los egipcios eran uno de sus principales clientes. La  llamaban la tierra de Punt.

Los jeroglíficos cuentan que la tierra de Punt tenía oro, maderas preciosas, polvo de antimonio para los cosméticos, monos, jirafas, pieles de leopardo, ébano, perros, marfil, maderas perfumadas,... y mirra. Esta sustancia se utilizaba como perfume, con fines medicinales o para diluir la tinta en los papiros. Pero, sobre todo, se utilizaba como incienso para el culto de los dioses y para embalsamar las momias. La mirra servía para comunicarse con el más allá, fundamental para una sociedad que vivía prácticamente toda su vida obsesionada con prepararse para la muerte y su relación con el más allá. Por eso los egipcios llamaban a Punt también como la Tierra-de-dios.

Templo de Dyeser-Dyeseru (ahora Deir el Bahary).
Aunque las escrituras muestran una relación mucho más antigua entre el antiguo Egipto y la tierra de Punt, la expedición más conocida es la que envió la reina Hatshepsut hace 3.500 años en busca de sus riquezas. “Exploraré las rutas hacia Punt, descubriré los caminos hacia las terrazas de mirra, tras guiar a la tropa por agua y por tierra para traer maravillas de la Tierra-de-dios”. La expedición está relatada con todo detalle en los jeroglíficos del templo que la reina mandó edificar en honor al dios Amón y que se conocía como Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes). Y es que Hatshepsut tenía fuertes motivos para organizar la expedición y para divulgarla.

La reina, como todos los faraones, reivindicaba ser la hija de los dioses, ella misma un dios. Por eso no es de extrañar que tratara de llegar a la Tierra-de-dios, por supuesto con ayuda de su familia divina. Como dicen las inscripciones, el dios Amón ayudó a la expedición de la reina: “Así, haré que tus tropas las pisen, tras guiarles por agua y por tierra, descubriendo para ellos las rutas ocultas, tras penetrar las terrazas de mirra. Ésta es la región más apartada de la Tierra-de-dios; es mi lugar de esparcimiento”.

Detalle de los relieves sobre la expedición a Punt.
La excusa más terrenal era que necesitaba enormes cantidades de mirra para el templo en honor a su ‘padre’ Amón, pero la verdadera razón parece que fue otra: Mantener alejados y entretenidos a los militares y a los funcionarios que no veían con buenos ojos que una mujer ocupara el trono. Así pues, en el noveno año de su reinado (el 1.492 a.C.) partió la gran expedición al país de Punt “navegando por el mar tomando la ruta correcta hacia la Tierra-de-dios”.

Las inscripciones cuentan que el viaje salió bien y fue muy provechoso. Una vez llegado a su destino, los enviados de Hatshepsut se presentan ante los reyes de Punt. Pero son los monarcas de la tierra de la mirra los que se humillan ante los enviados de Hatshepsut. Los jeroglíficos describen la escena: Llegada por parte de los jefes de Punt, postrados, inclinando la cabeza, para recibir a la tropa del rey. Ellos dan gracias al señor de los dioses Amon-Ra, dios primordial de las Dos Tierras, quien [recorre] las tierras extranjeras. Ellos dicen, solicitando paz: “¿Para qué habéis llegado aquí, a esta tierra que la gente ignora? ¿Habéis descendido por los caminos de arriba? ¿Habéis viajado por agua y por tierra? ¡Cuán afortunada es la Tierra-de-dios al pisarla el dios Ra para vosotros! No hay ninguna ruta que se le resista a la majestad del rey de Ta-meri, y nosotros vivimos del [aliento] que él concede”.

Una vez aceptada la superioridad de la faraona por parte de los jefes de Punt, los egipcios “recogen mirra a su antojo y cargan barcos con árboles de mirra fresca y con todo tipo de productos típicos de esta tierra extranjera hasta quedar satisfechos”. Hecho el negocio, la expedición vuelve a Egipto “navegando. Llegada con éxito y atracando en Karnak felizmente por parte de la tropa del señor de las Dos Tierras y de los jefes de esta tierra extranjera que les acompañaban. Ellos traían lo que no se había traído ni parecido para otro rey del Bajo Egipto, consistente en maravillas de la tierra de Punt, debido a los poderes de este noble dios, Amon-Ra señor de los tronos de las Dos Tierras”.
Soldados egipcios en Punt.

La historia relatada en los jeroglíficos parece una conquista antes que una transacción comercial. Sin embargo, esta forma de contar los hechos parece que era bastante habitual en el antiguo Egipto: El faraón era un dios que no podía comerciar ni entablar ninguna relación de igual a igual con otro ser humano, aunque después sus lacayos pagasen las mercancías, hecho al que no se hacía referencia en las escrituras. (Pincha aquí si quieres leer otro ejemplo de propaganda y manipulación de la realidad en los jeroglíficos publicado en este blog).

Esta expedición no sería la última de los egipcios a la misteriosa tierra de la mirra, pero sí es la que más detalles ha dejado a la posteridad. Solamente nos queda por descubrir dónde estaba Punt. Los expertos lo sitúan en algún lugar del Mar Rojo, incluso hay una región en Somalia que dice ser el antiguo país de la mirra. Pero nada hay de seguro en todas estas teorías. Punt sigue siendo un misterio. Por el momento no es más que un lugar mítico tallado en los jeroglíficos de los templos. 



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