29/3/11

LOS ÚLTIMOS ROMANOS

La mayoría de las personas creen que el Imperio Romano desapareció en algún momento del siglo V d. C. víctima de los bárbaros. Eso es lo que se suele aprender en las escuelas y nos sirve como excusa perfecta para poner fecha al final de la Edad Antigua y el comienzo de la Edad Media. Sin embargo, Roma no desapareció en ese momento. Después del ‘asalto’ de los bárbaros en occidente, los romanos siguieron dominando la mitad oriental del Mediterráneo durante 1.000 años más.

Los romanos orientales -o bizantinos como se les conoce desde el s. XVIII-, aunque hablaban en griego y eran cristianos ortodoxos, se consideraban los herederos directos de la propia Roma y sus emperadores se remontaban al propio Augusto para legitimar sus coronas. Técnica y legalmente era el mismo Estado y así era reconocido por todos. Resistieron a multitud de enemigos y aguantaron, aunque al precio de ver menguar su imperio hasta que poco a poco se fue reduciendo a su capital, Constantinopla. Finalmente cayó en 1453, pero todavía quedaría un último reducto romano: el Imperio de Trebisonda.

Trebisonda arrinconada
Escondido entre los montes Pónticos, la cordillera del Caucaso y la costa del Mar Negro, en lo que hoy sería el noreste de Turquía, este pequeño reino bizantino consiguió sobrevivir por algunos años a la gran Constantinopla. Nació en 1204, cuando los cruzados católicos de occidente asaltaron y saquearon la capital bizantina, y ortodoxa, para pagar con su botín las deudas contraídas durante el viaje a Tierra Santa. Este asalto provocó que el Imperio Romano –o Bizantino- se disgregara en varios dominios políticamente diferentes, pero culturalmente idénticos.

El Imperio de Trebisonda fue el más grande de ellos. Era tan bizantino –o romano- como Constantinopla, y sus emperadores eran los descendientes directos de los soberanos bizantinos. Además, eran igual de ricos. La conquista de Persia por los mongoles desvió la ruta de la seda hacia sus tierras, lo que trajo un enorme bienestar a principios del siglo XIV. Sin embargo esta edad de oro no iba a durar para siempre.

Rodeada de grandes imperios hostiles, solamente era cuestión de tiempo de que Trebisonda fuera aplastada por sus enemigos, los turcos otomanos. Al principio la amenaza no fue demasiado intensa ya que la atención de los turcos se dirigía principalmente hacia Constantinopla. Pero cuando esta ciudad cayó, la suerte estaba echada. 

Ocho años después de la conquista de Constantinopla, un ejército turco invadió Trebisonda y asedió la capital. El líder de los bizantinos era el emperador David Comneno. Sabía que no podía vencer, por lo que, tras 21 días de asedio, negoció la rendición de su imperio a cambio de que los turcos respetaran la vida de su pueblo y la suya propia.

Era el 15 de agosto de 1461. No se cumplió el acuerdo y Trebisonda fue saqueada y anexionada al Imperio Otomano. David Comneno fue cogido prisionero y murió ejecutado en Adrianópolis en 1463. Le cortaron la cabeza. Roma había perdido a su último emperador y su último imperio.

2 comentarios:

  1. ¿Por qué no nos cuentan la Historia en clase como tú la cuentas en este interesantísimo blog? Trebisonda tiene un relato. A que ya lo has pensado? Besos.

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  2. Me acabo de enterar de la historia de Trebisonda. Además de relato, puede tener tebeo, al estilo Asterix ;-)

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