4/3/11

LOS HOMBRES DE LOS CAÑONAZOS

La India es un país de contrastes y misterios y, sobre todo, de injusticias. Allí conviven millones de personas en la más absoluta miseria con una minoría de privilegiados que se reparten la riqueza. Ha sido así durante siglos, apoyado en un sistema de castas brutal que justificaba la explotación, pero hubo un grupo de hombres que a sus inmensos tesoros sumaban un poder absoluto sobre el destino de sus súbditos: los maharajás.

Hasta que se proclamó la independencia en 1947 vivían en la India 562 príncipes, soberanos de otros tantos estados en su mayoría minúsculos. Los ingleses eran entonces los dueños del subcontinente, pero permitían la existencia de estos reinos a cambio de su soberanía y de que no molestaran a los colonizadores.

Muchos no eran ricos, pero entre este grupo de privilegiados se encontraban algunas de las fortunas más inmensas del planeta. Rivalizaban entre ellos por sus excentricidades: Quién tenía el harén más grande y con las mujeres más bellas; quién se acostaba con más vírgenes en menos tiempo; quién había cazado más tigres desde lujosos elefantes cargados de adornos de seda y oro; quién poseía más coches de lujo e incluso quién tenía más vehículos de oro o plata. Por ejemplo, el maharajá de Alwar podía presumir de tener un deportivo chapado en oro, tanto en el interior como en el exterior, y con un volante de marfil esculpido.

Sus súbditos sobrevivían entre desperdicios y con una esperanza de vida mínima, mientras los caprichos de sus señores no tenían límites. Era el caso del príncipe de Junagahd. Llegó hasta el extremo de organizar la boda de su perra Roshana con un labrador llamado Bobby. Fue una verdadera boda de estado, a la que acudieron muchos príncipes y dignatarios. Hubo un gran desfile nupcial con soldados desfilando y al que acudieron 150.000 personas para aclamar a la feliz pareja.

Aunque esclavos de Gran Bretaña, los maharajás eran reverenciados como hijos de los dioses por sus pueblos. Nacían del sol o de la luna, y eran el nexo de los mortales con la divinidad. Eso era la clave del privilegio que disfrutaban estos príncipes, pero también era la causa de escenas rocambolescas. Por ejemplo, la primera visión del día que debía tener el soberano de Benarés cada jornada era la de una vaca sagrada. Eso obligaba a sus siervos a llevar una vaca cada mañana debajo de su ventana y despertarlo con un mugido. Una vez, cuando se encontraba de visita en el palacio de un maharajá amigo, hubo que inventar una solución más absurda aun: Subieron la vaca en una grúa hasta la ventana del piso en el que dormía.
Palacio de los Vientos, Jaipur

Lo tenían todo. Pero aun así se aburrían en sus inmensos palacios, que podían llegar a tener más de 600 habitaciones, como el palacio de Mysore,  o 953 ventanas de mármol calado, como en el palacio de los Vientos en Jaipur. Viajaban a occidente y muchos estudiaban allí, en las mejores universidades de sus amos los ingleses.

Sin embargo, a pesar de sus riquezas y de su poder, lo más importante para los maharajás eran los cañonazos que se disparaban en las ceremonias de bienvenida. Era la forma de establecer de forma pública el lugar que ocupaba cada príncipe en la jerarquía. Su importancia se medía en el número de salvas que se disparaban en su honor, criterio que era establecido por el virrey británico en función de los servicios que habían prestado a los ingleses. Una forma barata de asegurarse su colaboración y de dominar a todo un continente.

A parte del virrey británico, que tenía el supremo y solitario honor de 31 cañonazos. Cinco príncipes (los de Hyderabad, Cachemira, Mysore, Gwalior y Baroda) eran homenajenados con 21 salvas. Les seguían los maharajás de 19, 17, 15, 13, 11 y nueve cañonazos. Pero la mayoría, 425 príncipes de los estados más pequeños, no tenían ningún número de disparos asignados. Eran los soberanos olvidados de la India, los hombres por los que no tronaba ningún cañón.
 

3 comentarios:

  1. Aaaag, entre los maharajás y los británicos...

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  2. Sólo a los seres humanos (no por ello humanos) se les ocurren cosas como las que cuentas en esta magnífica entrada.

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  3. Los maharajás eran los más privilegiados del sucontinente indio y los ingleses se aprovecharon de eso para dominarles. Pero eso se repite en prácticamente todo el llamado tercer mundo, donde una élite vive en el lujo más absoluto y desmedido a cambio de mantener su fidelidad a sus amos de occidente. Eso es lo que ocurre en los países árabes, sin ir más lejos. Hasta que el pueblo empieza a estar harto.
    Gracias por vuestros comentarios. Saludos

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