3/2/11

PIEDRAS CONTRA EL PUEBLO: LA PRIMERA ALCAZABA MUSULMANA EN ESPAÑA

Hace 1.200 años la Mérida romana ya no era romana sino musulmana. Pertenecía a un emirato un tanto exótico, el de Córdoba, que estaba gobernado por una dinastía maldita y exterminada en su Siria natal, los Omeyas, que se jactaba de controlar la Península Ibérica y de ser el baluarte más occidental del Islam.

Sin embargo, el control no era total ni los Omeyas tan respetados. A finales del siglo VIII y a principios del siglo IX lo normal de una ciudad en la España musulmana era que estuviera en rebelión. Ese era el caso de Mérida, cuyos habitantes no amaban a sus gobernantes, déspotas y autoritarios como los actuales dictadores en el mundo árabe. Por eso los emeritenses de hace 1.200 años no dudaron en oponerse a la tiranía, igual que nuestros coetáneos de El Cairo o Túnez, y para ello salieron a la calle y empuñaron sus armas con mucha frecuencia, poniendo en duda el poder de los emires.

Mérida pasó de ser una capital de provincia romana -grande, rica y respetada- a convertirse bajo los Omeyas en ciudad fronteriza de segunda categoría. Poco quedaba ya del esplendor de la Roma imperial y de sus edificios públicos y el trazado de la ciudad ayudaba a la rebelión. Seguramente la Mérida del siglo IX se parecía más a la ciudad que es ahora -caótica,  con sus calles estrechas y muy propicia a las emboscadas- que a la ciudad romana con su trazado de calles rectilíneas. Era fácil enfrentarse al emir de día y esconderse en las callejuelas de noche.

Los Omeyas no se quedaron quietos. Tenían que aplastar las rebeliones y, lo que es más importante, evitar que se volvieran a repetir. La pregunta por lo tanto era, ¿cómo instalar la represión en esa ciudad inquieta? La respuesta a este quebradero de cabeza fue simple: Piedras contra el pueblo.

El emir Abderramán II mandó construir lo que será la primera alcazaba árabe de la Península Ibérica. En su puerta principal una inscripción en caracteres árabes reza: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Bendición de Dios y Su protección para los que obedecen a Dios. Ordenó construir esta fortaleza y servirse de ella como refugio de los obedientes el emir Abd al-Rahman, hijo de al-Hakam –glorifíquele Dios–, por medio de su camil Abd Allah, hijo de Kulayb b. Talaba, y de Hayqar b. Mukabbis, su sirviente [y] Sahib al-bunyan, en la luna del postrer rabi del año doscientos veinte" [abril del año 835 d. C.] 

La Alcazaba es un gran recinto cuadrado de 130 metros de lado capaz de albergar un buen número de tropas. En su interior, un aljibe permite acceder al agua del Guadiana, y sus muros, de unos 2,70 metros de grueso y 10 metros de altura -fabricados en su mayoría con sillares reaprovechados de obras romanas y visigodas- convierten a este fuerte en un bastión capaz de resistir hasta el asedio más prolongado.

Es el primer ejemplo de arquitectura militar musulmana en la Península Ibérica. Sin embargo lo trágico es que no se construyera para defender a los habitantes de la ciudad, sino para someterlos y aplastarlos, igual que hacen los Omeyas modernos 1.200 años después con sus pueblos.


4 comentarios:

  1. Amigo Michael: bienvenido a esta apasionante locura. Que este blog sea un espacio de grandísimas satisfacciones.

    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias. Estoy muy ilusionado con esta experiencia. Seguro que lo vamos a pasar bien.

    Un beso

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  3. Por un blog lleno de vida. O vidas.

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  4. Anónimo19:15

    Muchas gracias por dejarnos leer tus estupendos textos y maravillosas experiencias.

    Un beso de tu mayor fan!
    Patricia.

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