En
abril de 1945 la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de terminar. Hacía meses
que Alemania ya estaba derrotada y sus enemigos habían conquistado gran parte
del país que yacía en ruinas. Aún así muchos soldados alemanes, muchos de ellos
niños y ancianos, seguían resistiendo en un inútil empeño suicida ante la
aplastante superioridad enemiga. La película El Puente (Die Brücke) cuenta la
historia de un grupo de adolescentes de una pequeña ciudad que, en los últimos
días de la guerra, decidió defender un puente sin ningún valor estratégico.
Esperaron a sus enemigos armados con una ingenuidad propia de unos niños, y
acabaron encontrando una muerte absurda y cruel.
En 1959, tan sólo 14
años después del fin de la guerra, se estrenó en Alemania occidental la
película El Puente (Die Brücke). En plena guerra fría y en una etapa en la que la
mayoría de los alemanes todavía prefería olvidar o esconder sus experiencias en
la contienda, esta película rompió con su tiempo y se atrevió a presentar un
alegato demoledor contra la guerra y, sobre todo, a contar una historia
verosímil sobre la destrucción absurda y cruel de los últimos días, cuando ya
todo estaba decidido desde hacía tiempo y alargar los combates solamente tenía
como objeto seguir matando.
La película transcurre
en una pequeña ciudad del interior de Alemania. A diferencia de las grandes
ciudades que a esas alturas estaban ya totalmente destruidas por los bombardeos,
esta localidad sigue entera. Apenas se podría adivinar que sus habitantes están
en guerra excepto por el detalle de que todos ellos son ancianos, mujeres o niños.
No hay hombres adultos en edad militar. Están todos muertos o peleando en algún
lugar de Europa en un combate ya perdido.
Los hijos de esos
hombres siguen yendo a la escuela como si nada trágico estuviera ocurriendo a
su alrededor, pero la derrota de Alemania está a punto de alcanzarles también a
ellos. Por cada día que pasa los enemigos se van acercando y acaba ocurriendo
lo inevitable: el régimen nazi, responsable de la muerte de millones de
personas en toda Europa, también les exige a estos chicos de no más de 16 años
en sacrificio. Los muchachos son alistados en el ejército ante el espanto de
sus madres y los intentos infructuosos de su profesor de impedirlo. Ya apenas
le quedan algunas semanas de vida al régimen nazi, pero su implacable maquinaria
burocrática sigue haciendo su trabajo buscando más carne de cañón para arrojar
al matadero.
Los chicos, lejos de
asustarse, se entusiasman con su alistamiento y sueñan con frenar ellos solos a
las masas de soldados enemigos. Cuando llegan al cuartel, el contraste con el
desengaño y el cinismo de los veteranos supervivientes de mil batallas es
brutal. La ingenuidad de los chavales es tal, que apenas distinguen la guerra
de verdad de los juegos de soldaditos que tantas veces habían jugado de
pequeños.
Pero un oficial se
apiada de ellos y les pone a cargo de un suboficial veterano y experimentado
que en seguida percibe que los chicos apenas tendrían la oportunidad de
sobrevivir unos minutos ante sus curtidos enemigos. Para salvar sus vidas, y a
la vez no herir sus expectativas heroicas, les encarga una misión aparentemente
importante pero en realidad completamente irrelevante: la defensa del puente de
la ciudad. Sin ningún valor estratégico y protegido en la retaguardia, el
puente está lejos del frente y de las balas.
Al final los nazis también mandaban a luchar a niños. |
Los chicos obedecen
como buenos soldados y se atrincheran. Entonces el suboficial se marcha a
buscar comida y les deja con la orden de no abandonar su puesto. Nunca más
volvería al puente. Unos policías militares lo ejecutan creyendo que era un desertor.
Una práctica muy extendida en los últimos meses de la guerra, cuando los nazis
se dedicaron a sembrar de terror la retaguardia alemana para evitar una más que
posible desbandada ante la inminente derrota. Los niños soldados se quedan sin
su protector y completamente a la intemperie de los acontecimientos.
Las horas pasan y los
chavales siguen en su puesto. Pero las circunstancias cambian. El frente se
desmorona y los soldados alemanes empiezan a huir en masa por el puente que
deja de estar en la retaguardia y pasa a formar parte de la primera línea. En
vez de huir, los chicos deciden quedarse y pelear. Como si fuera un juego.
No aguantan mucho. Los
tanques enemigos les disparan sin cuartel, pero aún así logran detener su
avance. Durante algún tiempo. Luchan con mucho valor, guiados por su
inconsciencia y una alta dosis de fanatismo inculcado tras doce años de nazismo
en el que fueron criados. Pero no sirve para nada. El puente es conquistado, como
no podía ser de otra manera. Han muerto para nada. En el último momento tras
seis años de guerra.
Enlace a la película en castellano:
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