El general Reinecke, líder de los NSFO. |
El 22 de diciembre de
1943 Adolfo Hitler firmó la orden para crear a los “oficiales de mando
nacionalsocialistas” (Nationalsozialistische Führungsoffiziere, NSFO), un
cuerpo especial dentro del cuerpo de oficiales en el ejército regular, la
Wehrmacht, cuya misión era fortalecer el espíritu ideológico nazi entre la
tropa y la oficialidad, y garantizar que la lucha tendría un carácter fanático
según la voluntad del mismo Führer.
Los NSFO serían una
especie de comisarios políticos dentro del ejército, pero a diferencia de los
comisarios políticos del Ejército Rojo de la URSS, los NSFO eran ante todo oficiales.
Participaban en la planificación militar y tenían mando directo sobre la tropa.
Su misión era asegurarse de que las batallas se desarrollarían según la
voluntad de Hitler de “resistir hasta el último hombre y la última bala”.
Los nazis estaban
dejando de confiar en los oficiales tradicionales, muchos de los cuales procedían
de la aristocracia prusiana más tradicionalista. Los aristócratas habían sido,
desde hacía siglos, los “dueños” del ejército, primero de Prusia y más tarde de
la Alemania unificada bajo el Kaiser. Hasta la Primera Guerra Mundial
(1914-1918) formaban una casta superior que no se mezclaba con el resto de la
sociedad alemana. El país había vivido una profunda transformación económica y
social en el último tercio del S.XIX gracias a la Revolución Industrial, pero
los aristócratas prusianos seguían siendo un grupo cerrado que monopolizaba el
control del ejército, la institución más
poderosa y tradicional del país.
Tras la derrota de
Alemania en la Primera Guerra Mundial, los vencedores prohibieron a los
vencidos mantener un ejército superior a los 100.000 hombres, un número minúsculo
comparado con la inmensa maquinaria militar alemana durante la guerra. Sin
embargo, los aristócratas mantuvieron su influencia y su control de este
ejército ya absolutamente profesionalizado. La mayoría de los oficiales alemanes
que desempeñaron un papel destacado en la Segunda Guerra Mundial formaban parte
de este pequeño ejército durante la República de Weimar, la primera democracia de
Alemania hasta 1933, año en la que fue desmantelada por Hitler y los nazis.
Los oficiales
aristócratas en el ejército odiaban la democracia y a los partidos políticos
que la sustentaban, y apoyaron a Hitler al llegar al poder. De hecho, Hitler
siempre trató de agasajar y ganar el favor de los militares para su causa, ya
que los necesitaba para realizar sus sueños de conquistar el “espacio vital” en
Europa. Los militares veían con buenos ojos estos objetivos imperialistas, y
estaban entusiasmados ante la perspectiva de reconstruir el inmenso y temible
ejército alemán.
Típico oficial aristócrata. |
Sin embargo, no se
fiaban de los nazis más radicales encuadrados en torno a las tropas de asalto
(Sturmabteilung, SA) al mando de Ernst Röhm, un amigo personal de Hitler. Este
utilizaba un discurso revolucionario en el que no escondía su desprecio hacia
la aristocracia y reclamaba una revolución nacionalsocialista igualitaria contra
los ricos y los nobles. Hitler tuvo que elegir entre los militares y su amigo,
y eligió a los militares. En la “Noche de los cuchillos largos” (30 de junio
1934), mandó asesinar a Röhm y domesticó a las SA hasta eliminar su fervor
revolucionario.
Una década después, en
plena Segunda Guerra Mundial y tras los desastres militares en Stalingrado y
África en 1943, muchos oficiales alemanes empezaron a poner en duda la
capacidad de Hitler para ganar la guerra. Era la época en la que en algunos
círculos secretos se comenzó incluso a planificar el asesinato del dictador,
plan que acabaría culminando con el fallido atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944.
Hay que señalar que,
desgraciadamente, la motivación contra el régimen nazi apareció en muchos una
vez que estaba claro que la guerra no se podía ganar, y no por las atrocidades
que se estaban cometiendo a lo largo y ancho de Europa desde bastante tiempo
antes.
Llegan
las derrotas y fin de la alianza
En esa etapa de la guerra
Hitler estaba furioso por la dirección que estaban tomando los acontecimientos.
La época de las grandes victorias como en 1939 contra Polonia o en 1940 en
Francia y Europa occidental, había dado paso a un estancamiento y a la retirada
en la URSS tras los éxitos iniciales de 1941 que llevaron a los alemanes hasta
las mismas puertas de Moscú.
Hitler y muchos nazis
comenzaron a creer que estas derrotas se debían a la falta de compromiso
ideológico de los oficiales aristócratas que nunca habían abrazado el nazismo.
De hecho, Hitler había enfocado la guerra en Europa oriental como un combate a
muerte entre el nazismo y el comunismo, una lucha sin cuartel entre los arios
germanos y los eslavos orientales, una guerra de exterminio sin reglas.
No se fiaba de que los
oficiales hubieran comprendido la naturaleza de su guerra que él definía como “nacionalsocialista”,
por lo que les acusó de no luchar con la determinación que esa guerra necesitaba.
Podía ser que estos oficiales no comprendiesen o compartiesen la naturaleza de
la guerra en el este, sin embargo, tampoco se opusieron a la matanza de judíos
y de prisioneros de guerra por considerarlos racialmente inferiores.
La
“revolución pendiente” nazi
Oficiales haciendo el saludo nazi. |
A partir del atentado
del 20 de julio de 1944 los oficiales tradicionales fueron perseguidos o
tuvieron que abrazar el nazismo para evitar sospechas de deslealtad que eran
castigadas con la muerte. Desde esa fecha los nazis suspendieron definitivamente
su alianza con las clases sociales tradicionales de Alemania y se lanzaron a su
revolución, apoyados por un régimen del terror, un poder omnipresente y
absoluto de las SS y, por supuesto, el poder carismático e intocable del propio
Hitler.
Aunque hubo muchos
casos de abandono y deserción –unos 30.000 soldados alemanes fueron ejecutados
por los nazis por desertar- el ejército alemán siguió luchando hasta el mismísimo
final, hasta que ya no quedaba ninguna Alemania que defender y Hitler se había
suicidado, a pesar de que estaba claro desde hacía mucho tiempo de que la
guerra se había perdido. ¿Fanatismo?, ¿miedo?, ¿falta de alternativas? Lo
cierto es que la dictadura nazi endureció significativamente sus mecanismos de
poder y de represión en el último año de la guerra, lo que, sin duda,
contribuyó a alargar la lucha y el sufrimiento de millones de personas. Los
NSFO fueron un instrumento más de ese régimen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario