En junio de 1813 la pequeña ciudad silesia de Reichenbach (hoy Dzierżoniów en Polonia) fue el escenario de una intensa negociación entre las grandes
potencias europeas. Napoleón estaba en horas bajas. El invierno anterior había
escapado por los pelos de ser completamente devorado por el frío, la nieve y
los despiadados cosacos a caballo que persiguieron a su ejército derrotado y en
descomposición. Esta derrota fue la señal para la rebelión de los pueblos
conquistados por el emperador. Sin embargo, antes de rematar al francés
quedaban algunos flecos por negociar.
En el invierno de
1812-1813 la Grande Armeé de Napoleón fue completamente aniquilada. De los
600.000 soldados con los que invadió Rusia en junio de 1812, solamente unos
27.000 regresaron de la batalla. Fue un desastre de proporciones gigantescas, y
el principio del fin para el emperador francés. También fue la señal para los
pueblos conquistados de Europa para rebelarse contra la ocupación francesa. Napoleón
había sido el amo del continente, pero tras su derrota, ese dominio se volvió
contra él.
Prusia, derrotada y
humillada en 1806 fue el primero de los reinos conquistados que se levantó en
armas y comenzó lo que popularmente se llamaron las “Guerras de Liberación”
(Befreiungskriege). Rusia, que había logrado destrozar al ejército francés, no
se contentó con echar al invasor de su tierra. El Zar Alejandro I se quiso
vengar de Napoleón e invadir sus dominios, por lo que sus soldados no tardarían
en atravesar la frontera y entrar en el Ducado de Varsovia, el estado polaco
aliado de Napoleón.
Por su parte, Gran
Bretaña, la eterna enemiga de Francia, era la única potencia que seguía en
guerra con Francia ininterrumpidamente desde 1803 y quiso aprovechar la ocasión
para proporcionar a su enemigo el golpe definitivo. Aunque los ingleses estaban
aislados en su isla y no contaban con un gran ejército, atacaban allí donde
podían. Como por ejemplo en España, donde la guerra contra los franceses estaba
entrando ya en su fase final tras cinco años de combates despiadados y
violencia extrema. La derrota francesa en la Batalla de Vitoria, de la que
también se cumplen 200 años, fue el fin para Napoleón en la Península.
De las grandes
potencias europeas, la única que seguía siendo reticente a atacar a los
franceses era Austria. Aunque desde las Guerras Revolucionarias Francesas en 1792 siempre
había estado en el bando contrario a Francia, en marzo de 1810 el emperador
austriaco Francisco I casó a su hija María Luisa con el propio Napoleón a
cambio de la paz después de ser nuevamente derrotado, esta vez en la Batalla de Wagram, ya que el emperador francés quería desesperadamente un heredero para
garantizar su dinastía, algo que su primera esposa Josefina no le pudo dar. Ese
heredero nació pronto.
Francisco I pasó a
tener un nieto en París, y la alianza con Francia fue estrechándose hasta el
punto de que 35.000 soldados austriacos invadieron Rusia en 1812 junto a los
franceses. En 1813, a pesar del mal momento de su enemigo histórico y aliado
coyuntural, Austria no veía claro aprovechar la derrota de Napoleón en Rusia para
acabar con él. Sin embargo, esa indecisión podía resolverse a cambio de una “ayuda”,
la que se negoció en Reichenbach.
¿Cuánto
cuesta luchar contra Napoleón?
En junio de 1813 se
reunieron en la ciudad silesia de Reichenbach los representantes de Prusia,
Rusia, Austria y de Gran Bretaña. El objetivo era construir una nueva coalición
de enemigos de Francia, la sexta desde 1792. Todos tenían algún motivo para
luchar, pero los instigadores en la sombra y los que tenían la bolsa con el
dinero necesario para la guerra eran los ingleses, que se reunieron por
separado con cada potencia para hacerles una oferta a cambio de la guerra.
El 14 de junio se firmó
la primera ronda de acuerdos entre Prusia y Gran Bretaña. A cambio de 666.666
libras esterlinas al mes, Prusia se comprometió a armar a 80.000 soldados
contra Francia. Pero el trato no acabó en eso. También aprovecharon para negociar
los nuevos límites del Reino de Hannover –que era la tierra del rey de Gran
Bretaña- y de paso acordaron que se restablecerían las fronteras de Prusia de
1806, antes de su derrota a manos de Napoleón. Los perjudicados serían los
pequeños reinos aliados de Francia que se aprovecharon de la victoria y la
protección francesa, así como los polacos del Ducado de Varsovia, que perderían
territorios e independencia.
La buena sintonía entre
ambas partes quedó reflejada en una colaboración comercial muy estrecha: los
ingleses pondrían los barcos y los productos, y los prusianos los puertos para
vender esos productos en Europa. Y para apuntalar esta excelente relación
incluso se acordó crear una moneda común, aunque sólo para su uso durante la
guerra. La alianza prusiano-británica tendría su momento álgido dos años después,
durante la Batalla de Waterloo en 1815, cuando los soldados prusianos llegaron
en el momento justo para facilitar la victoria del general Wellington y el fin
definitivo de Napoleón.
Pero ese escenario
todavía no era una realidad. El 15 de junio le tocó el turno a la negociación
con Rusia. En este caso el acuerdo fue fácil. Rusia ya estaba en guerra, sólo
necesitaba dinero. Y el precio convenido con Gran Bretaña para luchar contra
Napoleón fue de 1.333.334 libras esterlinas para armar a 150.000
soldados rusos.
Las
condiciones austriacas
María Luisa y el hijo de Napoleón. |
El trato con el tercero
en discordia, Austria, no fue tan sencillo. Hasta el 27 de junio no llegó a un
acuerdo con Prusia y Rusia, pero siempre manteniendo la cautela. Austria puso
una serie de condiciones a Napoleón a cambio de no entrar en guerra en su
contra. Por ejemplo, exigió el fin del Ducado de Varsovia creado por Francia y
su reparto (igual que ocurrió en el S.XVIII) con Prusia y Rusia. Austria no
aceptaba la existencia de un estado polaco que no volvería a nacer hasta
después de la Primera Guerra Mundial, más de un siglo después.
Austria también exigió
la devolución de los territorios de la costa dálmata, la actual Croacia, que en
ese momento formaba parte del Imperio Francés. Y también exigió la retirada del
ejército de ocupación francés de Prusia y de otras ciudades alemanas. El
emperador austriaco Francisco I puso como límite para responder a sus
exigencias el 20 de julio de 1813. Si para entonces Napoleón no se plegaba a
sus condiciones, entraría en guerra.
Napoleón, como era de
prever, no hizo caso y el 11 de agosto Austria le declaró la guerra. 150.000 soldados
austriacos se unieron a la coalición antifrancesa de Prusia, Rusia y Gran
Bretaña que acabó derrotando a Francia pocos meses más tarde en la Batalla de Leipzig, también llamada “La Batalla de las Naciones”. Fue la batalla más grande
y sangrienta en la historia de Europa hasta la Primera Guerra Mundial, y el fin
del sueño de Napoleón de dominar Europa.
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