24/1/12

LLEGAN LOS FIEROS DRAGONES DEL NORTE

Barco vikingo.
Los monjes del remoto monasterio de Lindisfarne, en el norte de Inglaterra, no podían creer lo que estaban sufriendo. Una horda de guerreros rubios, enormes, armados con hachas, espadas y escudos, saltaron a tierra de unos barcos con forma de dragón y sin mediar acción ninguna les atacaron sin piedad. Los monjes, indefensos, sólo podían correr por su vida. Algunos lograron escapar. Otros fueron despedazados allí mismo y a muchos se los llevaron en sus misteriosos dragones para no volver a verlos nunca más. Era el año 793 y Lindisfarne fue el primer ataque de otros muchos que mantendrían en jaque a Europa durante más de un siglo. Habían aparecido los vikingos.

A finales del siglo IX el monasterio de Lindisfarne era uno de los más sagrados de la Cristiandad. Fundado en el siglo VII por San Aidan, era el lugar desde el cual se cristianizó todo el norte de las islas británicas y un centro cultural de gran importancia en toda Europa. En una época en la que casi nadie sabía leer ni escribir, este monasterio tan remoto contaba con un scriptorium, un taller en el que se copiaban antiguos textos clásicos para evitar que se perdieran, sobre todo religiosos. En Lindisfarne se copiaron unos evangelios de gran valor, en los que se combinan los estilos anglosajones con los celtas. Es uno de los mayores tesoros de la Inglaterra alto medieval. Pero esto se acabó el día que llegaron los vikingos.

Las ruinas de Lindisfarne.
Las fuentes hablan del 8 de junio del año 793. Ese día los monjes debieron pensar que era el fin del mundo. La imagen del ataque debió ser impresionante. De repente, de entre la bruma típica del Mar del Norte, aparecieron unos barcos ligeros y extraños. Sus proas de madera estaban talladas con formas de dragones, los drakkar. Los monjes debieron pensar que unos monstruos horribles habían aparecido de pronto, y no se equivocaban.

Antes incluso de llegar a tierra sus tripulantes comenzarían a saltar a la playa y a correr hacia el monasterio. Debían ser hombres enormes, fuertes, rubios y armados que corrían a toda velocidad hacia los monjes gritando palabras incomprensibles. Algún monje se atrevería a cortarles el paso para indagar sus intenciones, pero no viviría mucho para contarlo.

El asalto seguramente fue rápido y despiadado. Una orgía de sangre y terror recorrería el monasterio que tan sólo unos instantes antes había sido un lugar de paz y contemplación. La brutalidad y la violencia correrían desbocados y los maravillosos tesoros bibliográficos yacerían esparcidos por el suelo. No tenían valor para los asaltantes. Ellos sólo buscaban oro, plata y esclavos.
Asalto vikingo.

Cuando los atacantes se subieron a sus dragones y se volvieron a perder entre las brumas del mar, los supervivientes debieron pensar que Dios les había castigado por sus pecados. Que había enviado a los demonios para destruir el monasterio y matar a sus compañeros, pero no podrían comprender por qué.

Esos demonios pronto serían temidos por toda Europa e incluso en el Mediterráneo. Cada verano los dragones vikingos asaltarían las costas del Mar del Norte de Inglaterra y Francia, e incluso llegarían a la Península Ibérica –donde atacaron Sevilla y remontaron el Duero- y a Sicilia. No había lugar que estuviera seguro de los ataques de estos hombres del norte que durante más de un siglo, durante todo el s. IX, aterrorizarían Europa.

Lindisfarne sólo fue el principio.  

2 comentarios:

  1. Dani_Pajarrako16:55

    Supongo que la habrás visto, pero te aconsejo la peli "Los vikingos" dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Kirk Douglas

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  2. Era una de mis favoritas de pequeño. Molaban las batallas y los barcos. Que tiempos...

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