15/12/11

TERMANCIA, LA CIUDAD EN LA ROCA


Resto de las termas
Hace 2.000 años las rocas rojas del sur de la provincia de Soria escondieron una ciudad. Los campos y cerros ahora casi desiertos fueron entonces testigos de la vida de una de las civilizaciones más grandes de todos los tiempos. Allí, a pocos kilómetros de la sierra que separa la Comunidad de Madrid, las provincias de Segovia, Soria y Guadalajara, se encuentra el yacimiento arqueológico de Tiermes, la antigua ciudad romana de Termancia que por su magnífico estado de conservación se llama, de manera un poco exagerada, “la Pompeya de España”.

En medio del yacimiento destaca una gran mole de piedra, una enorme columna que se erige hacia el cielo revestida de piedra labrada y rellena de grava, la clásica fórmula de la albañilería romana. Este enorme testigo del pasado es lo que queda de las termas de la ciudad, una construcción que debió ser inmensa juzgando por lo que queda de su único resto. Justo debajo, y excavado en la roca, una serie de antiguas tiendas y locales todavía permanecen casi intactas, como si estuvieran esperando a que sus antiguos dueños vuelvan algún día. Como la barra de la taberna, detrás de la cual solamente falta el tabernero dispuesto a servir vino.
Taberna

Termancia fue, antes de ser un municipio romano, hogar de los celtíberos, uno de los más temibles enemigos de Roma en el siglo II. a.C. En lo alto de un cerro y rodeado de fuertes murallas de roca, los celtíberos pudieron desafiar a los romanos a los que, sin embargo, imitaban en algunos aspectos, como demuestra el curioso graderío excavado en la piedra que hacía de muralla, seguramente copiado de alguna ciudad romana del sur o del este de la península.

Graderío celtibérico excavado en la roca.

Decastro celtíbero a municipio romano
La no tan lejana Numancia encabezó la resistencia contra el invasor en una guerra que devastó gran parte del valle del Duero. Pero fueron derrotados y los habitantes de Termancia obligados a abandonar su asentamiento en lo alto para instalarse en el llano en una población sin murallas.

Interior de una vivienda.
Sin embargo, como suele ocurrir con los asentamientos con un alto valor estratégico, no se tardó en repoblar el antiguo castro, pero esta vez con una diferencia: los celtíberos se estaban convirtiendo poco a poco en romanos. Esta era la llamada romanización: cada generación que pasaba iba adoptando como suyas las costumbres y la cultura romana hasta que, con el tiempo, las tradiciones ancestrales de su pueblo fueron olvidadas.

En época del emperador Tiberio, ya en el siglo I d.C., es decir, 200 años después de la conquista de Termancia, la ciudad era tan importante y su población estaba tan romanizada que se le concedió el rango de municipium, es decir, sería una ciudad romana en todos los sentidos y derechos. Y tenía todo lo que una ciudad romana necesitaba: un foro en el que se concentraba el centro administrativo, religioso y comercial, un acueducto que transportaba el agua necesaria y unas termas.
Entrada oriental a la ciudad.
El municipio prosperó y creció. Hoy, cientos de agujeros excavados en la roca y que servían de soporte para las vigas de madera, atestiguan la existencia de numerosas viviendas –seguramente hechas de madera o adobe ya que no queda resto alguno- alrededor del foro y más allá. En la falda de la roca se han encontrado agujeros que desvelan la existencia de pisos de hasta seis alturas en los que debieron vivir los más humildes de la ciudad apiñados en condiciones higiénicas pésimas, a pesar de encontrarse justamente al lado de un impresionante acueducto excavado en la piedra.

Eran las llamadas ínsulas, las casas de los pobres en época romana. Solían derrumbarse o incendiarse con facilidad, lo que contrasta con la opulencia y la calidad de la vivienda que se encontraba justo encima de este bloque, la llamada “casa del acueducto”, seguramente hogar de uno de los potentados de Termancia.

El fin de Termancia
Muralla tardoimperial tapando las tiendas.
Era una ciudad relativamente grande y rica, pero, al igual que a la mayoría de las ciudades del occidente romano, llegó su decadencia. Una gran muralla de moles de piedras labradas cruza justo delante de las tiendas que se encontraban debajo de las termas, seguramente ya abandonadas y en desuso. La muralla es de época tardoimperial, de los últimos años del imperio, cuando ninguna ciudad era segura y las bandas de ladrones y de bárbaros hacían muy peligrosa la vida en las provincias. Esto demuestra que Termancia se replegó en sí misma y se hizo más pequeña para defenderse mejor, o que ya estaba perdiendo población.  

El tiempo fue implacable con la ciudad, que apenas pudo sobrevivir a la caída del imperio y a la llegada de los nuevos amos, los visigodos. Siglos después, Termancia se encontró en plena tierra fronteriza entre cristianos y musulmanes y ya nunca más se volvió a poblar. De la que fue una ciudad rica e influyente solamente quedan sus restos.


2 comentarios:

  1. Dani_Pajarrako12:10

    Habrá que ir un día a verlo, ¿no?

    ResponderEliminar
  2. Cuando quieras, es una excursión muy chula. Además, al lado hay un restaurante bastante bueno. Y a chupetín seguro que le gusta ;)

    ResponderEliminar