“Voy a morir, voy a morir. En pocos segundos todo se habrá acabado. Pero, ¿por qué me quieren matar? ¿Qué he hecho yo para que me odien tanto? Yo no he hecho nada” murmuraba tiritando Maria mientras se ponía de rodillas de cara al barranco como le había ordenado un oficial de uniforme gris. A su alrededor, el infierno. Ladridos violentos de perros histéricos y rabiosos, casi tanto como sus dueños que no paraban de gritar y golpear a la muchedumbre que, como corderos, corrían al lugar de su ejecución. Sonidos de disparos, de carcajadas enfermas de los asesinos, y de llantos, muchos llantos y gritos de terror. “¿Por qué, por qué tengo que morir ahora? Sólo tengo 15 años y toda la vida por delante”, balbuceaba la joven tratando de influir en el ánimo de su asesino. Pero hablaba tan bajo, con tanto miedo, que no se oían sus palabras, que más que sonidos eran pensamientos, los últimos pensamientos de un cerebro a punto de apagarse.
Maria trataba de reprimir las lágrimas. Quería llorar por la inmensa pena que sentía por su propio destino, y también por la terrible injusticia de su muerte. Su familia ya no estaba. No conocía a ninguna de las personas que le rodeaban. Ninguna se fijaba en ella. Estaba sola. Y tenía miedo, mucho miedo.
Los judíos de Kiev de camino al barranco. |
Por la mañana de ese mismo día, 29 de septiembre de 1941, hace 70 años, Maria y su familia, su madre, su hermana y sus abuelos, se habían presentado en el lugar que indicaban los carteles pegados por toda la ciudad. Decían: “Todos los judíos que viven en la ciudad de Kiev y en su vecindad deben presentarse a las 8 de la mañana del día 29 de septiembre de 1941, en la esquina de las calles de Melnikovsky y de Dokhturov (cerca del cementerio). Deben tomar con ellos sus documentos, dinero, objetos de valor, así como ropas, ropa interior, etc. Cualquier judío que no acate esta instrucción será ejecutado”.
Su familia acató la orden, como todos sus vecinos y más de 30.000 judíos de la ciudad de Kiev, la capital de Ucrania, recientemente conquistada por las tropas de Adolf Hitler. Los soldados alemanes habían llegado hasta la segunda ciudad más grande de la Unión Soviética tres meses después de su invasión y parecían imparables. (Pincha aquí si quieres leer más sobre la Operación Barbarroja). Los judíos corrían peligro de muerte, todos lo sabían, pero nadie había tomado ninguna medida para evacuarlos. Kiev fue rodeada y conquistada, y con ella más de 600.000 soldados del Ejército Rojo fueron capturados.
La ocupación alemana se organizó muy deprisa y de manera eficiente. Pisando los talones del ejército regular marchaban los “comandos especiales” de las SS, grupos de asesinos con la misión específica de “limpiar” la retaguardia de enemigos del Reich, entre ellos y de forma destacada los judíos.
El barranco de Babi Yar. |
Maria y su familia llegaron puntuales a la cita. Allí había una fila de mesas vigiladas por guardias donde debían entregar sus equipajes y sus objetos de valor. Les organizaron en filas y los judíos obedecieron. Una vez que habían entregado lo que tenían, pasaban detrás de las mesas y bajaban una pequeña cuesta hasta estar fuera de la vista del resto. Allí había un barranco, llamado de Babi Yar, a las afueras de la ciudad. Allí los guardias ordenaban a sus víctimas aún ignorantes que se desnudaran y que se colocaran de rodillas de cara al barranco, y con un disparo en la nuca les mataban.
Cuando le tocó el turno a Maria ya yacían miles de cuerpos en el barranco. Aunque les remataban con ráfagas de ametralladora, muchos solamente estaban heridos cuando caían al foso. Serían enterrados vivos. Sus verdugos estaban cansados o simplemente desquiciados de tanta sangre y ya no apuntaban bien. Muchos se emborrachaban para poder cumplir su misión. Como el asesino de Maria. Ella pudo oler su aliento pestilente a alcohol y escuchar cómo se acercaba por detrás. “Por favor, por favor”, trataba de implorar la joven, pero nadie la escuchaba. A su alrededor la humanidad había muerto. Solamente había odio, sangre y violencia.
Maria no podía dejar de mirar la fosa. Miles de cuerpos desnudos yacían en capas cubiertas por unas pocas palas de tierra. Algunos se movían. Maria pensó que a lo mejor podría salvarse. Los milagros ocurren, a veces. Solamente había que creer firmemente… Sonó una detonación y después el silencio. Se acabó. El cuerpo de la adolescente cayó al barranco.
La historia de Maria es una invención, un relato de ficción que transcurre durante un episodio desgraciadamente muy real. La matanza de Babi Yar, ocurrida entre el 29 y el 30 de septiembre de 1941 en Kiev, significó la ejecución de más de 33.000 personas. Sus asesinos, matones de las SS y ucranianos nacionalistas antisemitas, cumplieron su objetivo y siguieron extendiendo su rastro de muerte y destrucción por todo el territorio ocupado por Hitler. Muchos nunca pagarían por sus crímenes. No así el responsable de la matanza de Babi Yar. El jefe del “comando especial” de las SS, Paul Blobel, fue juzgado después de la guerra y ahorcado el 8 de junio de 1951. Antes de su ejecución, Blobel pidió clemencia, la que no tuvo con sus víctimas.
Si quieres leer más información sobre la matanza de Babi Yar pincha aquí.
Terrible. Supongo que lo habrás visto, pero me impresionó también el documental de los bombardeos de Dresde: http://www.youtube.com/watch?v=DUgqdWmTvm8
ResponderEliminarYa te digo. Menos mal que no vivimos en esa época. Lo habríamos pasado bastante mal. Un abrazo
ResponderEliminarPues yo creo que la historia de María es la historia de miles de Marías, Martas, Enriquetas, Anas, Elviras, Saturninas, Cármenes, Isabeles, Claras, Rosas, Gemas, Rosarios, Julias... and so on. Y lo peor de todo es que la humanidad no aprendió nada del pasado ni de sus errores. ¡Qué lástima y qué miedo!
ResponderEliminarUn abrazo, Michael. Me gusta el tonol de tu blog!!
Almu
Muchas gracias Almu. Un beso muy fuerte!
ResponderEliminar