Foto de la habitación de ámbar original. |
Las guerras son épocas de convulsión, de caos y de angustia. El orden establecido se desvanece, y mientras caen las bombas y azota el hambre vale la ley del sálvese quien pueda. Lo que parece eterno muere, y lo que parece imposible sucede. Como por ejemplo que desaparezcan algunos de los tesoros artísticos más valiosos de la humanidad, que simplemente se esfuman sin dejar rastro. ¿Se imaginan que el cuadro de las lanzas de Velázquez se evaporara como si nunca hubiera existido? Eso es lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial con una habitación entera compuesta de miles de piezas de ámbar de la más bella manufactura barroca, que daban al visitante la impresión de encontrarse en una cápsula del color de la miel que se iluminaba como el oro con los rayos del sol. La habitación de ámbar, un tesoro irrepetible en la historia de la humanidad, fue embalada en decenas de cajas mientras caían los proyectiles y silbaban las balas a su alrededor, y transportado al olvido.
Esta habitación nació fruto de una amistad. A principios del S. XVIII el pequeño reino de Prusia se encontraba en un rápido e imparable proceso de crecimiento en el que era inevitable que chocara con sus vecinos. Uno de ellos era la Rusia de los zares, un inmenso imperio que abarcaba miles de kilómetros de estepa y bosques, pero pobre y socialmente muy atrasado. Su zar, Pedro el Grande, lo sabía, así que buscó ayuda exterior para modernizar su reino. Esa ayuda la encontró en los prusianos, ávidos de hacer amistades con las potencias europeas, y para subrayar la nueva alianza, el rey Federico Guillermo I. regaló a Pedro la habitación de ámbar, un material muy raro y valioso que prácticamente sólo se puede conseguir en la costa del Mar Báltico.
Detalle de la reconstrucción de la habitación. |
La habitación, que en un principio se encontraba en el palacio real de Berlín, fue instalada en el Palacio de Catalina, a solamente 25 kilómetros de la nueva capital de los zares, San Petersburgo. Era el orgullo del palacio, que ya en sí era un ejemplo de opulencia y de riqueza extrema de los dueños de Rusia y cuya fachada estaba cubierta de más de 100 kilos de oro. Todo un símbolo del absolutismo que regía los destinos de Europa en esos momentos. Durante doscientos años la habitación de ámbar perteneció a este mundo aristocrático en el que la corte de los zares ofrecía sus recepciones y celebraba sus fiestas mientras a escasos metros los campesinos malvivían según el capricho de las cosechas.
La habitación de ámbar pertenecía al mundo feliz del antiguo régimen, un mundo que parecía sólido y eterno, destinado a durar para siempre. Pero ese mundo desapareció. Llegó la revolución y los zares fueron masacrados. Y poco después llegó la guerra, y con ella la muerte y la destrucción.
Antiguo castillo de Königsberg. |
En junio de 1941 los soldados de Adolfo Hitler invadieron la Unión Soviética de Stalin. El ataque cogió a los rusos por sorpresa y pocos meses después los alemanes ya estaban a las puertas de la antigua San Petersburgo, que entonces se rebautizó como Leningrado. Aunque no llegaron a entrar en la ciudad, los alemanes sí llegaron al palacio de Catalina y se apoderaron de la habitación de ámbar.
Como la habían construido los prusianos, la propaganda nazi se aprovechó de su origen para reivindicar su propiedad. Pocas semanas después de su conquista, fue desmontada en paneles y embalada en cajas para ser transportada a Königsberg, la antigua capital de Prusia Oriental. Allí fue nuevamente ensamblada y expuesta en el castillo de la ciudad como ejemplo vivo del ‘arte alemán’. Era octubre de 1941, y la Alemania de Hitler se encontraba en el cénit de su éxito. Pero esta racha estaba a punto de dar un giro espectacular.
Pocos años después, en abril de 1945, las derrotas de los soldados alemanes en el frente oriental permitieron a los soviéticos presentarse en la propia Königsberg con ánimo de conquistar y de arrasar la ciudad. La habitación de ámbar corría el riesgo de caer de nuevo en manos de sus antiguos amos, así que fue nuevamente embalada en cajas para ser transportada lejos. Pero la guerra no dio tiempo a una evacuación ordenada. Los rusos ya estaban allí y el pánico se apoderó de los alemanes y nada más se supo de la habitación.
Casa de los Soviets de Kaliningrado. |
¿Dónde están las cajas en las que fue embalada? ¿Consiguieron evacuarlas de Königsberg en el último momento? Y si fue así, ¿a dónde fueron transportadas? Sigue siendo un misterio que ha alimentado la imaginación de decenas de buscadores de tesoros en las últimas décadas. Existen diferentes teorías que van desde la destrucción de la habitación hasta su robo por parte de los soldados. Incluso hay quien la sitúa en una mina secreta en algún lugar de Chequia junto a otros tesoros perdidos de la guerra.
Pero en los últimos años ha surgido una teoría que afirma que la habitación nunca abandonó Königsberg. Esta ciudad fue escenario de una de las luchas más encarnizadas y salvajes de la guerra, hasta el punto de que no queda nada de ella, ni siquiera su nombre. Tras su victoria, los soviéticos se la quedaron y la rebautizaron como Kaliningrado, expulsando a sus habitantes y arrasando todas las ruinas que pudieran recordar que en el pasado la ciudad había sido alemana. Entre los escombros eliminados estaba el antiguo castillo, sobre cuyo solar se construyó un edificio de aspecto horrible, la Casa de los Soviets. Este edificios esconde un secreto. Hace pocos años se descubrió que por debajo se encuentran los sótanos del antiguo castillo que habían permanecido ocultos durante décadas.
Dicen que las cajas de la habitación de ámbar pueden estar allí, pero su destino sigue siendo un misterio. Al menos desde 2003 se puede admirar de nuevo en el Palacio de Catalina, aunque sea una reconstrucción.
buena entrada muy interesante
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