El joven Carlos V. |
Más que una batalla fue una masacre. Las tropas leales al emperador Carlos V machacaron a los soldados comuneros sin que estos les hubiera dado tiempo a preparar sus defensas. Bajo una intensa lluvia, la caballería de los imperiales había cargado sin piedad contra las líneas comuneras, todavía desorganizadas, comandadas por los líderes de la revuelta contra el rey, Padilla, Juan Bravo y Maldonado. La decidida actuación de la caballería del emperador y su superioridad numérica no permitieron margen para sorpresas: La batalla de Villalar, ocurrida hoy hace casi 500 años, derrotó definitivamente a los comuneros y confirmó el poder del emperador en tierra de Castilla. Fue el final de una época.
Todo comenzó cuando un joven Carlos de Habsburgo, recientemente coronado rey de Castilla y de Aragón, desembarcó en 1517 en la Península Ibérica para tomar posesión de sus nuevos dominios. Carlos, hijo de Juana –llamada la loca- y de Felipe ‘el hermoso’- tenía 17 años y se había criado en Flandes. Apenas hablaba castellano ni sentía ningún interés por la cultura y las gentes de sus nuevos reinos, y se llevó con él a toda una corte de nobles flamencos que enseguida se hicieron cargo del aparato del Estado recientemente creado por los reyes católicos, los abuelos del rey. Los castellanos reaccionaron ofendidos y reacios a obedecer los decretos y las órdenes de los flamencos, así que el conflicto era cuestión de tiempo que estallara.
Prendió la mecha la solicitud de Carlos de una elevación brutal de los impuestos, ya que su objetivo principal no era el bienestar de Castilla, sino ser emperador. Su abuelo, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, había muerto recientemente y su nieto aspiraba a sucederle. Pero a los emperadores los elegían un grupo de príncipes y obispos alemanes, y la única campaña electoral posible era el soborno. Eso costaba mucho dinero y Carlos pensó que podía conseguirlo de sus nuevos súbditos.
Los comuneros en Villalar. |
En el siglo XVI todavía no existía la monarquía absoluta, en la que el rey decide qué hacer y todos sus súbditos simplemente obedecen sus órdenes. Tanto en Castilla como en Aragón existían una especie de parlamentos, llamados cortes, en los que estaban representados los nobles y los habitantes de las ciudades (comerciantes, artesanos, etc.). El rey tenía que consultar a las cortes para cualquier decisión importante, y la subida de impuestos lo era.
Carlos tuvo que convocar cortes y lo hizo en abril de 1520 en Santiago de Compostela. Las principales ciudades castellanas, agrupadas en comunidades, se opusieron al nuevo impuesto, por lo que el rey, que tenía prisa por conseguir el dinero, acabó por imponer su voluntad. Marchó a Alemania y allí fue elegido emperador con el dinero de los castellanos. Las ciudades no lo aceptaron y con Toledo a la cabeza, se declararon insumisas al pago del nuevo impuesto.
A Toledo no tardaron en unirse otras ciudades como Valladolid, Segovia, Ávila, Salamanca, Madrid, Medina del Campo, Tordesillas, etc. Exigían al rey que respetara su autonomía, la anulación del nuevo impuesto, que el dinero recaudado en castilla se quedara allí y que los asuntos castellanos fueran llevados por castellanos, y no por los flamencos del rey. Estalló la guerra.
Ajusticiamiento de los líderes comuneros. |
Al principio la rebelión cogió por sorpresa a Carlos V, pero sus partidarios enseguida se recompusieron y se armaron. Se encontraban entre ellos la mayoría de la nobleza castellana, sobre todo la alta nobleza, y el alto clero. Esperaban derrotar el poder de las ciudades e imponer su influencia en un territorio que antes les estaba vedado. Por su parte, el emperador proclamó un edicto desde la lejana Alemania que declaraba traidores a los rebeldes y les condenaba a muerte.
El edicto se cumplió tras la batalla de Villalar, donde fueron capturados los principales cabecillas de la insurrección: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco de Maldonado. Fueron decapitados en el mismo campo de batalla. Los comuneros habían perdido. Las ciudades fueron cayendo una tras otra hasta que en 1522 se rindió Toledo, la última ciudad rebelde, hoy conocida irónicamente como la ‘ciudad imperial’.
La Guerra de las Comunidades ha sido objeto de multitud de interpretaciones históricas. Para los partidarios de la monarquía y del autoritarismo a lo largo de los últimos siglos, los comuneros no eran más que unos rebeldes que no querían pagar impuestos, mientras que para los liberales del siglo XIX y sus sucesores, Villalar supuso el fin de una serie de derechos democráticos de las ciudades de Castilla. Lo que sí es cierto es que desde la victoria de Carlos V en Villalar, Castilla fue el territorio que menos oposición y control exigía al poder real –a diferencia de los territorios de la Corona de Aragón. Por eso, entre otras razones, fue Castillas obre la que se basaría el esfuerzo económico y humano del futuro imperio español, con consecuencias nefastas a largo plazo que le llevarían a la ruina más absoluta.
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