Batalla de las pirámides. |
El 1 de julio de 1798 el ejército francés desembarcó en el puerto de Alejandría. Era la primera vez que soldados europeos llegaban a Oriente desde la época de las cruzadas -quinientos años antes- y la población no parecía demasiado receptiva a su mensaje de progreso y libertad. Al igual que los soldados norteamericanos que invadieron Irak en 2003, el supuesto progreso occidental que traían los franceses no vino acompañado de grandes recibimientos y agradecimientos públicos.
Después de un lento y penoso avance de los soldados en pleno verano y bajo un sol abrasador, los mamelucos presentaron batalla cerca de la ciudad de El Cairo en lo que sería conocido como la ‘batalla de las pirámides’. Aunque eran muy superiores en número, los mamelucos fueron prácticamente aniquilados por la abrumadora potencia de fuego y profesionalidad de los soldados de Napoleón. Los pocos supervivientes huyeron y El Cairo se rindió. Los franceses se instalaron y rápidamente tomaron el control del país. Nuevas leyes y costumbres debían ‘rescatar’ a los egipcios de su atraso y su miseria.
Pero los egipcios parecían no darse cuenta de la ‘suerte’ que habían tenido con la invasión francesa. Bonaparte se dirigió al pueblo con una proclama en que alababa los preceptos islámicos y manifestaba su intención de liberarles del yugo mameluco y otomano. Al mismo tiempo, creó con los sabios franceses que se había llevado a El Cairo el Instituto de Egipto desde el que trató de modernizar la administración pública del país, emprendió una serie de obras públicas destinadas a mejorar la calidad de vida y mostró los avances tecnológicos de Europa. Napoleón también promulgó leyes para acabar con la esclavitud y el feudalismo y para preservar los derechos de los nuevos ciudadanos.
Revuelta en El Cairo. |
Sin embargo, como pasaría en Irak doscientos años más tarde, la población local reaccionó con hostilidad lo que desembocó en una rebelión abierta en El Cairo que fue aplastada sin piedad. Los egipcios veían a los franceses como unos infieles extranjeros que habían invadido su tierra y que traían costumbres inaceptables e incompatibles con el islam, y los franceses se comportaban cada vez con mayor frecuencia como arrogantes conquistadores que veían a los egipcios como animales antes que a ciudadanos. Sin embargo, hubo una minoría que sí aceptó con ilusión los valores republicanos. Sobre todo algunas mujeres, que desecharon el velo y la costumbre de vivir encerradas en sus casas a merced de sus maridos. Pocos años después serían castigadas por blasfemas, en demasiados casos con la muerte.
Los problemas para Napoleón no habían hecho más que comenzar, ya que además de la enemistad de los egipcios, el general tenía que contar con que estaba completamente aislado de Francia después de que el almirante británico Horacio Nelson destruyera su flota casi al completo en la bahía de Abukir. Bonaparte estaba solo.
Napoleón con los enfermos de peste en Jaffa. |
El sultán turco finalmente declaró la guerra santa a los franceses y Napoleón decidió adelantarse a una invasión con un ataque a Palestina. Volvían a sonar los nombres de las antiguas batallas de los cruzados en tierra santa: Haifa, San Juan de Acre, Jaffa, etc. La campaña fue dura y sangrienta. Los soldados franceses, cada vez más desmoralizados y hostigados por el cansancio y las enfermedades no le veían sentido a su lucha y una epidemia de peste en Jaffa fue la gota que colmó el vaso.
Napoleón empezó a darse cuenta de que estaba en una ratonera sin sentido y lejos de su patria, donde los acontecimientos políticos se estaban sucediendo. Ordenó la retirada y, con 5.000 soldados menos, volvió a Egipto. Finalmente, el 23 de agosto de 1799 abandonó al resto de sus soldados, que tan bravamente habían luchado por él, y regresó a Francia a tiempo para participar en el golpe de estado del 18 de brumario que le abriría las puertas del poder.
La expedición de Egipto fue la primera de una serie de aventuras de Occidente en Oriente Medio que acabó en fracaso. Al igual que en Irak, Occidente no consiguió imponer sus valores en tierra musulmana y tuvo que retirarse con el rabo entre las piernas y tras sufrir graves pérdidas. Los restos del ejército francés que quedaban en Egipto se rindieron en 1801. Uno de cada tres franceses que había participado en la aventura había muerto. Al final, la República se hundió en la arena del desierto egipcio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario