Ramses II en la batalla de Qadesh. |
“La historia la escriben los vencedores”. Esta frase es tan antigua como el propio ser humano y se aplica desde los principios de los tiempos. Si sabemos lo que ha ocurrido a lo largo de los años ha sido, generalmente, porque algún poderoso ha mandado que su vivencia trascendiera a la posteridad, pero siempre desde el punto de vista de su gloria y para promocionar su recuerdo.
El primero caso documentado de este uso propagandístico ocurrió hace 3.300 años y su protagonista fue un faraón. Ramsés II, venerado por los egipcios como un dios, hizo creer a su pueblo que había sido el vencedor aplastante de una importantísima batalla contra los hititas, los eternos enemigos de Egipto.
Fue en el año 1274 a.C. Los egipcios eran los dueños de un poderoso reino que abarcaba las actuales Libia, Sudán, Palestina, Israel, Jordania, Siria y, por supuesto, Egipto. Sus grandes enemigos eran los hititas, un pueblo que tenían su territorio al norte, en la actual Turquía. Ambos reinos se disputaban el control de sus fronteras, por lo que era habitual que se enfrentaran constantemente en una guerra interminable. Ramsés quiso acabar la guerra con una gran victoria y reunió un gran ejército para aplastar a sus enemigos.
Su rival, el rey hitita Muwatallis, le estuvo esperando y le hizo caer en una emboscada cerca de un lugar llamado Qadesh, en la actual Siria. Las tropas de Ramsés fueron aniquiladas en parte y huyeron, pero los hititas no aprovecharon ese momento para perseguir al ejército derrotado y asestarle la puntilla. Los egipcios se recuperaron y dieron la vuelta, enfrentándose de nuevo a los hititas. Al final la batalla acabó un empate, pero la lucha fue tan cruel que obligó a ambas partes a firmar un tratado de paz, el primero en la historia de la humanidad del que se conserva el documento.
El faraón luchando solo. |
Sin embargo, lo realmente notable es que los súbditos del faraón estaban convencidos de que los hititas habían sido aplastados y de que su faraón había sido un héroe en la lucha. Ramsés II controlaba todos los medios de comunicación y no podía permitirse ningún fallo en su inmaculado reinado. El hijo de los dioses, él mismo un dios, no podía perder la batalla, ni siquiera empatarla. Por eso Ramsés mandó a sus escribas que reprodujeran una fábula sobre una gran victoria en Qadesh que después se encargaría de hacer tallar en todos los templos y edificios públicos que mandó construir, y fueron muchos, entre ellos el famoso templo de Abu Simbel.
Esta fábula se creó a partir de un poema escrito por un escriba llamado Pentaur. Éste imaginó una escena propia de una película. Durante la batalla el faraón es abandonado por sus hombres. Se encuentra solo y su destino parece fatal. Entonces se encomienda a los dioses: "¿Que te sucede, padre Amón? ¿Cómo un padre olvidaría a su hijo? ¿Cómo haría yo algo sin ti? No voy y vengo sólo por tu palabra? ¿Alguna vez me he opuesto a algún plan que tu hayas tenido? ¿Que significan para ti esos asiáticos, Amón, los miserables, que no conocen al dios? ¿Acaso no he construido monumentos para ti y llenado tu templo con mi botín, acaso no te he erigido a ti mi templo funerario y transmitido mi patrimonio? (.....) Sé bondadoso con quien se entrega a ti, y obrará para ti con un corazón que te ama. Te invoco, padre Amón, ahora que estoy en medio de una multitud que no conozco. Todos los países extranjeros se han unido contra mi, y yo estoy completamente solo, sin nadie a mi lado."
Ramsés II.con prisioneros hititas. |
Entonces llega la iluminación y Ramsés se comporta como lo que es, el hijo de Amón: "Partió al galope y entró en la horda de vencidos de Hatti (los hititas), solo, sin nadie con él. Se puso a mirar alrededor de él y vio que lo rodeaban 2.500 carros, compuestos por los mejores guerreros de los vencidos de Hatti y de las numerosas regiones extranjeras que estaban en ellos, de Arzawa, de Masa y de Pidasa, habiendo tres hombres por carro, actuando con fuerza, mientras que no había ningún oficial superior conmigo (el poema habla del rey en primera persona), ni carros, ni soldados del ejército, ni escuderos, mi infantería y mis carros se habían dispersado delante y no había quedado uno para combatirlos."
Por supuesto que según Pentaur el faraón luchó como un dios y venció él solo a los guerreros enemigos: "¡Oh Ramsés, corazón inquebrantable, has hecho más tú solo que el ejército entero! ¡Ante tu espada victoriosa se ha hundido el país de los Khetis! ¡Nadie se te parece cuando peleas por tu pueblo en el día de la batalla!..."
Aunque está claro que el poema exageró el papel del faraón, el efecto de esta propaganda hizo que durante siglos el mundo creyera que Qadesh fue una gran victoria de los egipcios. Pero cuando se descubrió la tumba de su enemigo Muwatallis se encontró la historia de la batalla contada desde el punto de vista del rey hitita. Más modesto que su enemigo, desveló que la actuación del faraón en la batalla no había sido para tanto.
Buenísima entrada. El primer párrafo te lo copiaré para una que tengo en mente. Y el resto, elocuente como siempre, nos demuestra que está todo inventado, sólo varían las herramientas. ¡Que gran alumna EA de Ramsés!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. La historia de la batalla de Qadesh es un clásico de la manipulación de los medios de comunicación con fines políticos. En este caso se aprovecharon de la población y su imposibilidad de vuajar para comprobar los hechos. Hoy las herramientas de la comunicación están, en principio, al alcance de la mayoría de personas en el mundo desarrollado, lo que en teoría facilita el conocimiento y el control democrático. Pero solo en principio. Un abrazo
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